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La torre de Cosío

Esta hermosa casona fue construida en 1783; su fachada consta de tres cuerpos con torreón, posee también tres gárgolas con la forma de un cañón y está hecha de chiluca y tezontle, como toda casona que se preciara durante el siglo XVIII; destacan sobre todo sus enormes puertas de madera con remaches de metal.
El interior fue remodelado en su totalidad para establecer comercios, pero todavía conserva parte de su antiguo esplendor que tuviera en su mejor época. Esta casona se volvió famosa porque fue la protagonista de un dramático acontecimiento que llegó a oídos de toda Nueva España. En las primeras publicaciones del blog podrás leer la leyenda completa.

En breves palabras, se cuenta que en aquella casona vivió un hombre llamado Juan Manuel de Solórzano, quien tenía una gran fortuna y era gran amigo del virrey don Lope Díaz de Armendáriz, marqués de Cadereita y, bajo su sombra realizó magníficos negocios, algunos de los cuáles despertaron el interés de la Real Audiencia por no ser del todo cabales. Así pasó un tiempo, y un día el caballero don Juan Manuel fue a dar a la cárcel con todo y sus zapatitos, por un pelito lo mandan al patíbulo; ya que fue salvado por su amigo el marqués de Cadereita para que le otorgaran en perdón.

Este incidente le afecto fuertemente en el ámbito social y económico, a tal punto que perdió parte de su antigua arrogancia, con lo que se retiró de los negocios públicos y se encerró en su casa lleno de amargura. A consecuencia de la fuerte depresión por la que pasaba, fue que empezó a sospechar que su linda y bondadosa esposa doña Mariana de Laguna lo engañaba; y su alma envenenada de celos idea vigilarla a toda hora cada uno de sus movimientos de la pobre mujer. Se dedicó en cuerpo y alma a hurgar hasta el último rincón de la casa, en busca de una prueba que confirmara su infidelidad, nunca la encontró.

Conforme pasaban los días, los celos de don Juan Manuel se llegaron a convertir en enfermizos, a tal grado llegó su locura que hasta invocó al Maligno (Lucifer), ofreciéndole su alma a cambio de conocer a aquel hombre que le requería de amores a su esposa.

A lo que el rey del inframundo le dio la instrucción de que saliera de su casa a las once de la noche y matara al primer incauto que pasara cerca de ella. Y comenzaron los acontecimientos que dieran origen a la leyenda.

 Perdone usarcé, ¿qué horas son?
 Las once
 ¡Dichoso usarcé que sabe la hora en que muere!
Acto seguido hundía su puñal en el pecho de la víctima hasta cuatro veces, para asegurarse de que le había cortado la vida.

Al día siguiente la ronda levantaba el cuerpo sin vida del hombre muerto, acuchillado; ante estos hechos, toda la cuidad se hallaba consternada y llena de pavor de salir por las noches por miedo de ser asesinados.

Don Juan Manuel, como la fresca mañana seguía ejecutando sus crímenes cada noche, llevándose en su labor a personas muy queridas y en las cuáles confiaba, fue en ese momento que su mente tuvo algo de lucidez y razón, y arrepentido corrió al Convento Grande de San Francisco en busca de un fraile que le confesara.

El religioso escuchó con atención los horrendos crímenes de aquel hombre, y al finalizar le impuso como penitencia presentarse durante tres noches en la Plaza Mayor, que se arrodillara al pie de la horca y rezara un rosario.

La primer noche que acudiera el caballero a cumplir la penitencia, se vio rodeado de espectros que a coro lo atormentaban anunciándole su próxima muerte; lo mismo se repitió la segunda noche, pero causándole todavía más pavor; y al tercer día la población de Nueva España observaba atónita a aquel hombre colgado de la horca.

Su muerte fue atribuida a las ánimas de aquellas personas a quienes el había dado muerte, y de ahí nació aquella leyenda. Tal vez en realidad haya sido un crimen, nunca lo sabremos; pero lo que si conocemos es la tradición que va pasando de generación en generación.


Lo que si fue un hecho es que aquella casona le perteneció a don Juan Manuel González de Cosío, conde de la Torre de Cosió, quien era descendiente del emperador Moctezuma II Xocoyotzin.

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