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EL SECRETO DEL ORFANATO



Se pensaba invertir millones en la restauración de un antiguo orfanato que permaneció abandonado más de 60 años, a causa de un terrible incendio. Se pudo comprobar que aquel lugar en sus mejores tiempos, tuvo una taza mayor del 80% de niños reintegrados a un hogar. Sin importar que estos hayan contado con una discapacidad o defectos de nacimiento, de igual manera se le brindaban ahí los mejores cuidados de los médicos más prominentes, y era este el concepto que quería rescatar, pues ahora funcionaria como hospital infantil gratuito para familias de escasos recursos.

Se contrató un nuevo vigilante nocturno para el edificio… el número 32 en la cuenta, pues los que pasaron antes, habían terminado desaparecidos, locos y muertos en circunstancias extrañas. A pesar de haber sido advertido de todo esto, Salvador aceptó el empleo, y esa misma noche se encontraba dando la ronda por el lugar abandonado.

En un punto de su recorrido, en el lugar donde solía estar la cocina, escuchó golpes y desesperados gritos que le hicieron correr unos metros hacia atrás, pero recordando su deber, volvió hasta la cocina, abrió la pesada y oxidada puerta, que hizo rechinar las entrañas del edificio, con una cadena de ecos, que le crisparon los pelos.

Quiso entrar con cautela, pero la puerta se cerró detrás de él velozmente, empujándolo frente a un viejo horno, del cual provenían los gritos, y que se sacudía estrepitosamente, lanzando eructos de fuego que enrojecían la cara del extrañado hombre.

Cuando se acercó para tratar de apagarlo, a través de una pequeña ventanilla de cristal, vio horrorizado que aquellos gritos pertenecían a alguien que se consumía por las llamas infernales de aquella caldera. Con toda su fuerza y sin importar quemarse las manos, trataba de abrir la pesada puerta y liberar a quien se retorcía de dolor ahí dentro…

Pero todo fue en vano, aquella persona se quemaba ante sus ojos llenos de lágrimas, y él no podía evitarlo. Vio fijamente a través del cristal, pidiendo perdón por no poder ayudar, entonces un rostro calcinado saltó desde el fondo, mirando fijamente con el único ojo que le quedaba, empujó la puerta, esta se abrió lentamente, retorciéndose y aun en llamas, piernas, torsos, brazos, manos, empezaron a salir una tras otra, detrás del pobre sujeto que no había hecho otra cosa más que intentar ayudar…

Todos eran pequeños, sin duda de niños… como todos aquellos que alguna vez desaparecieron ocultos tras el engaño de que había sido entregados a una buena familia, cuando en realidad fueron quemados en aquel horno después de haber realizado terribles experimentos con ellos, y algunos otros, habían terminado servidos en la cena de sus compañeros, habiendo pasado primero por las navajas de un enorme molino, que aun sangraba…

La mañana siguiente encontraron un guardia más que agregar a la lista, muerto en la cocina, con las manos calcinadas, con una mueca de terror en su rostro cubierto por una sangre que no le pertenecía.



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