David
y Esteban, ambos del mismo apellido, ya que eran primos, charlaban en frente de
la iglesia del pueblo de San Tito ubicado en las afueras de la ciudad capital,
las hermanas de ambos asistían a la misa que se oficiaba todos los domingos.
Una
ocurrencia perpetrada por David, los llevó camino del cementerio, que se
encontraba en la ruta de regreso a sus respectivas casas, ya oscureciendo
llegaron al portón y decidieron darse prisa pues la misa no tardaría en
terminar.
La
broma consistía en esconderse tras unas tumbas y cuando Rita y Anastasia
pasaran por el frente del cementerio, empezar los chavales a proferir gritos y quejidos
espeluznantes, para “matar” de miedo a sus parientes.
Al
principio, el viejo portón de hierro oxidado no cedía a los empujones que le
daban los jóvenes, algo lo mantenía atascado en su lugar, al rato, con gotas de
sudor en sus rostros, se disponían a darse por vencidos, pero de pronto, un
crujido metálico los hizo volverse sobre sus pasos, con un siniestro movimiento,
el portón se abrió solo.
-Creo
que no debemos hacer esto- dijo Esteban con un ligero temblor en la voz.
-Nada
de eso, ya que al fin se abrió este maldito portón le contestó David y un vapor
emanó de su boca, hacía frío.
Los
bromistas entraron al camposanto, en el momento en que una luna llena asomaba
por el horizonte, las lápidas se extendían a ambos lados del sendero que los
conducía hasta el centro del sitio, pero la idea era acercarse lo más posible a
las criptas que estaban más cerca de la calle por donde pasarían las víctimas
de la broma.
Cruzaron
por en medio de una hilera de tumbas y localizaron unas aptas para su cometido,
eran dos lápidas altas y oscuras que no tenían inscripción y se podía divisar
la calle con toda claridad, tras estas había una más grande de igual color e
igualmente sin dato que revelara a quien pertenecía.
Ya
la misa había salido y Rita venía conversando animadamente con su prima
Anastasia, doblaron la curva y se encontraron en frente del gran cementerio,
donde convergían muchas lápidas, entre blancas grises y negras, guardaron
silencio, siempre lo hacían al pasar por ahí, se persignaron respetuosamente
bajando la cabeza.
Los
gemidos comenzaron, seguido por uno que otro grito lastimero, los largos
cabellos de las primas casi se erizaron por completo, un escalofrío recorrió
ambas columnas vertebrales y la palidez que se reflejó en sus rostros igualó a
la blanca luna que las observaba.
Los
pies al fin respondieron y echaron a correr con gran velocidad, levantando
piedras del camino de grava , de la mano, las dos muchachas, se alejaron
rápidamente y llorando de terror de aquel espantoso lugar…
David
estaba inclinado, partido de la risa, se apoyaba en la tapa de una de las
tumbas que les había servido de escondite, Esteban, mostraba un ligero color
plata en su piel, que gradualmente se deslizaba al blanco, casi transparente,
por fin David al notarlo , cesó de reír y le preguntó :
-Que
sucede?, no fue divertido?-
-Tu
mano! , abriste la cripta!!-
-Qué?-…
La
pregunta quedó en el aire, la tapa cedió al peso de David y cayó al fondo de la
tumba con un ruido seco, David perdió el equilibrio y cayó de bruces entre
polvo, lodo y… huesos! Su primo intentó auxiliarlo, con un -ahora si- ataque de
risa.
-No
es gracioso- dijo el caído al salir escupiendo materia recogida dentro de la
cripta-Ahora, larguémonos de aquí-.
De
la tumba que quedaba a sus espaldas, emergió una voz, que los dejó paralizados,
se escuchaba como hueca, a la vez angustiosa, pero no entendían que decía, el,
sudor helado del pánico les obstruía la visión y les nublaba el entendimiento,
sus corazones palpitaban salvajemente, pero sus piernas se negaban a
obedecerles.
Poco
a poco y en eternos instantes, la puerta del mausoleo se fue moviendo, ante los
perturbados ojos de David y Esteban, unos harapos asomaron por el borde de la
entrada, ondulantes por el viento y adheridos a una mano, negra y tostada, no
pudieron distinguir si se trataba de huesos o piel renegrida, no se quedaron a
observar el desenlace de aquel horrible espectro.
Saltando
tumbas como dos locos sin control, con las vísceras queriendo escapar de sus
cuerpos corrían los primos hacia el portón, los quejidos y la profunda voz
envolvían ahora el aire, retumbaba en sus oídos y aplastaba sus razones, las
lágrimas resbalaban por las mejillas, pálidas que reflejaban la tétrica luna.
El
portón no estaba… en su lugar, las verjas que rodeaban el cementerio cerraban
todo posible paso, los bromistas se hincaron ante los barrotes metálicos
agarrándolos e intentando moverlos, fue inútil, la presencia del mas allá
avanzaba lentamente pero con seguridad, la sombra que proyectaba ya alcanzaba a
los inclinados cuerpos de los desafortunados jóvenes.
Dicen
que al amanecer, los hallaron, luego de una larga búsqueda, que al ser ya tarde
y no haber regresado a sus hogares, realizaron sus padres y tíos.
Estaban
en la calle, al frente del cementerio, sentados en una piedra a la orilla del
camino, tenían la mirada perdida, David balbuceaba como un bebé y la saliva le
resbalaba por las comisuras de su boca, Esteban , miraba hacia arriba y hacia
abajo, y nunca en lo que restó de su existencia, volvió a pronunciar una
palabra.
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