El
bosque, tapado por la sombra oscura de la noche, hacía creer que uno estaba en
la s mismísimas penumbras.
La
luna y las estrellas se veían perfectamente, pero raramente no brillaban como
normalmente lo hacen, esto hacía que el bosque, se vuelva más negro y tenebroso
que de costumbre. Sólo la nieve blanca hacía distinguir los árboles que yo iba
cruzando con mi trineo. Tenía una importante encomienda que entregar, vaya a
saber uno qué cosa era. La travesía se me estaba volviendo muy difícil, era
pleno invierno, el bosque extremadamente tupido, la nieve y el frío me azotaba
violentamente sin cesar. Tenía muy pocas provisiones, y las últimas balas de mi
escopeta las había usado para cazar una presa y así saciar mi hambre, sólo me
quedaba una sola bala que guardaba para una emergencia. Mis perros también
estaban sufriendo bastante, cansados y muy hambrientos tiraban del trineo
débilmente y de tanto en tanto comían las sobras de lo poco que teníamos.
A
pesar de todos estos malestares, lo que realmente me preocupaba no era, el hambre,
el frío, el sueño o los perros sino era que varios kilómetros atrás me
perseguían una manada de lobos. Estos me perseguían sin cesar esperando que el
propio paisaje acabe conmigo y así devorar lo que quede de mí.
La
noche empezaba a caer sobre el bosque, decidí acampar en aquel lugar. Prendí
una fogata para tomar algo caliente y que mis perros y yo podamos dormir
cálidamente a pesar de la nieve.
Habré
dormido dos horas, cuando esos malditos lobos empezaron a aullar, al parecer me
tenían rodeado. Entre las oscuridad de los matorrales pude observar alguno de ellos,
estaban flacos eran piel y hueso pero muy hambrientos observando con ferocidad
listo para atacar.
Monte
guardia todo lo que pude, pero al parecer el sueño me venció y al despertar con
el primer rayo de sol , me encontraba solo. Los perros habían sido devorados,
solo huesos y manchas de sangre sobre la nieve quedaba de ellos.
Todo
el día arrastre el trineo con la pesada carga esperando ver el fin del bosque,
pero la noche volvía apoderarse del lugar rendido me senté arriba de la caja de
entrega , tomé la escopeta con su última bala y espere que los malditos lobos
vengan por mi , no iban a devorarme con vida ese último tiro daría fin a este
cuerpo moribundo .
Las
bestias empezaron a acercarse, sabían que estaba sólo y que no tenía fuerzas
para luchar, eran muy inteligentes.
Lentamente
empezaban a subir al trineo, saboreaban mi carne, disfrutaban el olor a miedo
que yo tenía. El líder de la manada poniendo su cara a centímetros de la mía
estaba a punto de dar la mordida inicial, pero con la escopeta en mi cabeza les
grite
-no me
comerán vivo malditos pulgosos!!!
Apreté
el gatillo, pero algo salió mal la bala quedó trabada sin poder quitarme la
vida. Los lobos se abalanzaron todos hacia mí, desgarrando mi cuerpo, comiendo
mis carnes, sólo el bosque fue testigo de esa terrible escena.
Comentarios
Publicar un comentario