Un
zombi es un muerto viviente cuyo cadáver ha sido devuelto a la vida a través de
un oscuro ritual.
El origen de los zombis
Desde
hace cientos de años, hechiceros y chamanes han levantado cadáveres a través de
rituales de vudú con el único fin de convertir estos cuerpos putrefactos en
esclavos.
La
magia negra y la nigromancia consiguen convertirlos en verdaderos autómatas
que, privados de toda inteligencia o humanidad, son capaces de llevar a cabo
las órdenes más perversas.
El
verdadero zombi
Es
fácil confundir a un zombi con un “infectado”. En apariencia, ambos son
cadáveres vivientes, sin embargo, las diferencias son notables; un zombi no
necesita alimentarse. Se mantiene “vivo” gracias al siniestro ritual que lo
despertó. Un infectado es el resultado de un cadáver que ha fallecido por
causas víricas y que, debido a este mismo virus, vuelve a la vida con necesidad
de alimentarse, pero con unas funciones neuronales básicas. Sólo la parte más
primitiva de su cerebro está en funcionamiento y mantiene al cadáver alerta, en
busca de carne fresca y vísceras, que no duda en arrancar incluso del cuerpo
vivo de su víctima. De este modo, mantiene su metabolismo muy activo y el
cuerpo a una alta temperatura.
También
es interesante distinguir a un zombi de un necrófago; los necrófagos han sido
alzados por magia mucho más poderosa de la que se usa para levantar a un zombi.
Generalmente, suele realizar el ritual un nigromante o un hechicero consagrado
a un dios de la muerte. Gracias a esta poderosa magia, en la que está involucrada
el alma de la propia víctima, el necrófago conserva su inteligencia, pero no su
voluntad, que está supeditada a ese dios. El precio de este alzamiento se paga
en almas, las almas de las víctimas del necrófago, que pasan a pertenecer al
dios tributado. Los necrófagos sí que buscan alimentarse de cuerpos y carne
fresca y, para ello, se ayudan de la habilidad de paralizar a sus víctimas,
llegando, en algunos casos, a convertir a su víctima en un nuevo necrófago.
Cómo distinguir a un zombi
Normalmente,
son levantados de sus tumbas pasados unos días de la muerte, por lo que su
estado de parcial o avanzada descomposición los delata como zombis. También es
muy característico el olor a podrido que los envuelve, así como la piel
despegada, los gusanos que brotan de todas partes de su cuerpo y el aspecto
harapiento. Sin embargo, una vez alzado, el proceso de putrefacción se detiene
gracias a la energía del conjuro.
Otra
característica es la mirada perdida. Sus ojos, en el caso de conservarlos, no
siguen a los movimientos ni a la luz.
Hay
quien piensa que los propios nigromantes asesinan a los vivos para convertirlos
en sus esclavos zombis. Sea así o no, algunos cadáveres son devueltos a la vida
inmediatamente después de su muerte. En estos casos, apenas se distinguen del
resto de seres vivos, por lo que hay que prestar atención a ciertos detalles.
Por ejemplo, en la oscuridad se mueven con total normalidad ya que, a
diferencia de los seres vivos, no necesitan ver.
Características del zombi
No
se sabe el motivo, pero suelen actuar en la oscuridad y es más frecuente verlos
merodear durante la noche.
Un
zombi no experimenta emoción alguna, ni siente dolor. Su sistema nervioso no
funciona, por lo que sus movimientos son dirigidos o programados por quien lo
alzó. No pueden enfermar ni ser envenenados, y tampoco necesitan descansar ni
dormir.
Son
anormalmente fuertes y presentan una resistencia y aguante que sólo la magia
negra puede explicar. Sin embargo, sus movimientos son lentos y, en ocasiones,
bastante imprecisos.
Sus
habilidades dependen del creador y de lo que éste considere útil para su
esclavo zombi. Pueden ir desde manejar al ganado y llevar una granja, hasta el
uso de armas, así como saber construir o improvisar las suyas propias.
El
zombi alzado debe ser programado con instrucciones concretas y sencillas. Si el
creador del zombi muere, se quedan con la última orden de por vida.
Los
zombis pueden convertirse en seres más peligrosos de lo que parecen, incluso
para su propio creador, ya que existe la posibilidad de que otro hechicero o
nigromante reprograme al zombi, haciendo que se vuelva contra su creador
original.
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