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Leyenda de Viene del Mar




Vivo en una isla canaria, y actualmente tengo 40 años. Cuando era una jovencita me encantaba estar en la playa, y pasar allí horas y horas leyendo, escuchando música, o simplemente pensando. Era mi manera de relajarme. Una mañana de invierno mientras leía, el mar estaba muy revuelto, me pareció oír unos gritos pidiendo socorro. Había mucha bruma y casi no distinguía lo que había dos metros por delante de mí, pero los gritos cada vez eran más claros. Salí corriendo a la orilla del mar, pero no podía ver nada. las olas cada vez se enfurecían más, así que fui a buscar a un viejo marinero que tenía un chiringuito en la playa. Llegué muy apurada a buscarle y le conté que estaba oyendo gritos de mujer pidiendo auxilio. El me puso la mano en el hombro y me tranquilizó diciendo que no eran gritos. ¡Pero yo los oía claramente! entonces fue cuando el viejo Tomás me contó lo que estaba pasando. el vivía y trabajaba allí desde que era niño. Hacía años había sucedido una desgracia. Unos marineros salieron a la mar, como en tantos puertos canarios y del mundo y una tormenta se había cruzado en su camino poniendo fin a sus vidas. Habían muerto tres personas, entre ellos un primo de Tomás la esposa de uno de ellos, enloqueció, y cada día salía al mar, envuelta en redes de pescadores, diciendo que les veía venir nadando, aferrados a despojos de la barcaza. Pero cuando los demás llegaban a su lado se daban cuenta de que ocurría solo en su cabeza. Pasaron los años y la mujer murió, y desde entonces, tanto Tomás como otros antiguos del pueblo, la oían llorar y pedir ayuda para su marido y los otros pescadores.

Yo había oído claramente a esa mujer pedir auxilio y no me había parecido una alucinación, pero como no creía mucho en esas historias, lo dejé pasar. volví a la roca donde había dejado mi mochila. la calima era ahora menos densa y ya podía ver con claridad. Cuando me acerqué para recoger mis cosas, me di cuenta de que tanto la mochila, como el libro y el tabaco estaban cubiertos por una red de pescador mojada. ella había estado allí realmente

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