Eran cuatro amigos que se
encontraban realizando la actividad física que más les gustaba, jugar al fútbol
a las afueras de un campo que se encontraba situado próximo al cementerio de su
pueblo.
Cuando llegaron las 8 de la tarde
escucharon una serie de ruidos a modo de llantos que les llamaron profundamente
la atención, se asustaron y decidieron dar por concluido el partido de fútbol
para volver a casa. Sin embargo, uno de los jóvenes que vivía al otro lado del
camposanto entendió que tenía que conocer qué sucedía.
Se llamaba Guillermo y salió
corriendo hacia los lloros hasta toparse con una mujer de avanzada edad que
estaba sentada al fondo del cementerio y de espaldas. Guille, que era bastante
valiente se acercó a la mujer, puso su mano en el hombro para preguntarle si se
encontraba bien y viendo que no decía nada, se giró para hablarle de frente.
Su sorpresa fue mayúscula al ver
que aquella mujer no tenía rostro y cuando intentó huir del lugar no pudo
porque estaba congelado.
A la mañana siguiente cuando
llegó la hora de subirse al autobús escolar, uno de aquellos cuatro amigos no
se encontraba en la parada donde quedaban habitualmente y era Guillermo.
Tampoco había acudido a su casa y las autoridades, acompañadas del entorno del
niño comenzaron a buscarlo.
Los jóvenes contaron la historia
de unos llantos que habían escuchado, y cómo Guille se había empeñado en ir al
lugar para intentar conocer qué estaba sucediendo. A partir de aquel instante,
los chicos no sabían nada acerca de lo sucedido.
Dos policías acudieron al
camposanto en donde encontraron la gorra del chico y las zapatillas pero nada
más. Sin embargo, se sorprendieron muchísimo cuando vieron una foto de él,
sobre una de las lápidas acompañado de la fecha reciente de su desaparición.
Decidieron acudir a un juzgado
para investigar sobre el nicho que hallaron, pero cuando volvieron con el juez
y otras autoridades, allí no había nada más que la fotografía de una mujer
anciana desaparecida hace más de 30 años.
Desde aquel día, cuando se
escuchan lamentos o lloros en el camposanto ninguno de los niños del lugar se
atreven a acudir para conocer qué pasa como hizo Guillermo en su día, porque
recuerdan perfectamente el caso del chico que desapareció y nunca más se supo
nada de él.
Hay algunos ancianos del lugar
que cuentan historias inventadas a sus
nietos sobre esta desaparición, o quizás no son tan inventadas como pudiera
parecer.