Cuenta la leyenda que una vez,
siete jóvenes (tres mujeres y cuatro hombres) salieron de excursión al bosque.
Anduvieron caminando todo el día, pero perdieron la noción del tiempo y al
darse cuenta ya estaba anocheciendo, y para colmo de males, empezó a llover.
Apresurándose a encontrar refugio (pues el pueblo más cercano quedaba a 6
kilómetros), empezaron a correr y tras un buen rato, llegaron a un claro donde
había una iglesia abandonada.
Seis de los jóvenes entraron,
pero el joven que no tenía pareja se quedó en el atrio de la Iglesia, debido a
que pensaba “Si entro solo se van a burlar de mí, porque no tengo pareja” y se
quedó dormido.
Unas cuantas horas después, el
muchacho se despertó por el repiqueteo de las campanas de la Iglesia, viendo su
reloj vio que eran las 12:00 a.m. “Cállense, con un demonio” dijo pensando que
era una broma, pero de repente, vio que al fondo de la iglesia, sobre el altar,
se prendían seis velas, y empezó a escuchar que alguien arrastraba unas
cadenas. Entonces vio, a la luz de las seis velas, a una criatura horrenda, con
una pata de gallo y otra de caballo, con el torso completamente peludo, que se
abalanzaba sobre uno de sus amigos. Luego un gran grito de dolor y el griterío
de las jóvenes, al mismo tiempo que una vela se apagaba.
Aterrado, salió corriendo en
busca de ayuda, y al amanecer, cuando llegó en compañía de un cura y una bola
de curiosos, entró en la iglesia y lo que vio le provocó el estómago: Seis
cadáveres encadenados detrás del altar, delante de seis velas consumidas, sin
ningún rastro de piel, excepto en la superficie de la cabeza, donde el agua
bendita les había caído al ser bautizados.
El diablo, los había devorado