Un día él le hizo una foto donde
ella aparecía luciendo una bellísima sonrisa, en contraste con la expresión
generalmente seria que solía mostrar su rostro. En realidad, ella no recordaba
haber trazado nunca una sonrisa tan dulce y no podía reconocerla como suya.
Parecía como si aquella fuera la foto de otra mujer, desde luego idéntica a
ella en sus rasgos físicos, pero completamente distinta en su expresión y, en
cierto sentido, más hermosa. Para colmo de males, él parecía obsesionado con
aquella foto y pasaba buena parte de su tiempo libre contemplándola en
silencio, con el rostro extasiado de amor, mientras que cada vez mostraba más
indiferencia hacia la mujer de carne y hueso con la que compartía su vida.
Finalmente, ella acabó sintiendo celos de la mujer que aparecía sonriendo en la
foto, una mujer que en teoría era ella misma, pero que, misteriosamente, tenía
la sonrisa de otra persona. Y, de algún modo ajeno a la lógica y a las leyes de
la naturaleza, aquella mujer fantasmal que compartía sus rasgos pero no su
espíritu estaba consiguiendo robarle el corazón del hombre al que amaba. Por
supuesto, ella no podía compartir aquellas inquietudes aparentemente absurdas
con nadie, ni mucho menos con él, pero finalmente decidió actuar.
Podía parecer una locura, pero
nadie tenía por qué enterarse. Así, un día, mientras él estaba fuera, ella tiró
la foto a la basura, concretamente al contenedor azul que había cerca de su
casa. No es raro que se pierda accidentalmente una simple foto que ni siquiera
está enmarcada y él nunca tendría motivos para sospechar de un acto deliberado
por su parte. Así, una vez que la muchacha se hubo librado de su “rival”,
decidió salir de compras para celebrarlo.
Aquel día él volvió tarde y
cuando llegó a casa unos agentes de policía estaban esperándolo para
comunicarle una pésima noticia, que no habían podido darle antes porque él se
había dejado el móvil en casa. Una vez que él, a duras penas, consiguió
reponerse de la impresión, el inspector le comunicó los detalles relacionados
con la violación y el asesinato de su esposa.
Según la confesión del criminal,
este (un vagabundo con problemas psiquiátricos) había encontrado casualmente
una foto de la víctima mientras se hallaba buscando cartón en el contenedor
azul del barrio. Según sus propias palabras, la chica de la foto le había
parecido tan hermosa que no había podido resistir la tentación de buscarla. Y
poco después la vio, cuando ella volvía a su casa tras hacer unas compras. Lo
cierto es que entonces no le pareció tan hermosa como en la foto, pero la
obsesión se había apoderado de él y ya no había marcha atrás. La siguió, esperó
a que entrara en la casa y poco después entró él, tras forzar la puerta con una
navaja. Una vez cometido el crimen, su estado de enajenación mental lo llevó a
abandonar la casa con la ropa ensangrentada, lo cual motivó que no tardara en
ser arrestado por unos agentes municipales.
Tras referir los detalles del
caso, el inspector le entregó al marido de la víctima la foto que habían
encontrado en el bolsillo del asesino, para que al menos le quedara un recuerdo
de la mujer que había perdido para siempre. Una vez que él tuvo la foto en su
poder, le echó una ojeada y se quedó sorprendido, porque de pronto le pareció
que aquella ya no era la misma sonrisa dulce que él tan bien conocía, sino la
sonrisa siniestra de quien ve realizada su venganza.