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EL TRAILERO FANTASMA


Cuenta la leyenda que un camionero llamado Francisco Vázquez avanzaba a gran velocidad con su tráiler rumbo a Mexicali por la carretera de la rumorosa. Aunque habitualmente era muy precavido y un gran conductor, la noticia de que su mujer estaba a punto de dar a luz le había obligado a saltarse las precauciones que normalmente tomaba mientras conducía. Sabía que debía llegar lo más rápidamente posible para entregar un dinero que era necesario para que asistieran el parto de su esposa, por lo que no dudó ni un instante en arriesgar su vida entre abismos y zonas rocosas para llegar lo antes posible. Era una cantidad de dinero muy grande porque sumaba el total de dos meses de trabajo y la venta de una finca que recientemente había heredado.

Cuando faltaban pocos kilómetros para el desvío que le llevaría junto a su esposa y el primer hijo que ésta alumbraría, su camión perdió el control y salió de la carretera. El impacto contra las rocas fue brutal, pero Francisco consiguió salir del vehículo sin un solo rasguño. Aturdido por la situación y sin saber muy bien qué hacer, intentó que algún coche le llevara hasta su mujer, pero era una carretera poco transitada y tras varios minutos no pasó ningún otro vehículo. Decidido a llegar junto a los que quería de una forma u otra, comenzó a caminar en dirección a su destino; pero durante mucho tiempo nadie cruzó aquellos cerros. El hombre se quedó dormido y cuando despertó se sorprendió al ver todo oscuro; no entendía qué pasaba así que decidió caminar, caminó y caminó, avanzó una buena distancia, sabía que la salida de la rumorosa estaba cerca y sin embargo, cuando se dio cuenta se encontró en el mismo lugar del accidente... Desesperado por la situación decidió sentarse en una roca, aunque no se sentía cansado, mas estaba tan confundido que necesitaba hacer una pausa, y cual fue su sorpresa que, al mirar hacia atrás buscando algún coche para hacer autostop, encontró a su camión estrellado contra las rocas. Era como si no hubiera caminado ni diez metros a pesar de todo su esfuerzo, como si estuviera atado a aquel lugar y le fuera imposible escapar. Se había convertido en un alma en pena atado a este mundo. A los tres días de aquel accidente hallaron el camión pero no al conductor; de él no se supo nada.
Sin embargo el deseo de Francisco por ayudar a su familia era tan fuerte que ni la muerte le podía impedir que cumpliera con la promesa que le había hecho a su mujer de que llegaría con el dinero. Para él, el tiempo no transcurría a la misma velocidad que para nosotros y cada día era como si volviera a comenzar y no pudiera comprender que la vida seguía su curso normal, cada día empezaba con la misma angustia por no poder ayudar a los que amaba ni despedirse de ellos.
Una noche un joven llamado Daniel circulaba a altas horas de la madrugada por la carretera, cuando vislumbró a un hombre a un lado de la calzada que parecía haber salido de la nada. Pensando que hacía autostop detuvo su coche y bajó la ventanilla.
-- Buenas, señor ¿a dónde va?
—amigo, me llamo francisco Vázquez y necesito con urgencia que mi mujer reciba un dinero porque va a tener un niño. Yo no puedo ir, mi trailer se descompuso y no lo puedo dejar aquí pero es de vital importancia que mi mujer reciba este sobre con dinero para que atiendan su parto y las necesidades del niño. Esta es la dirección dónde vivimos, una matrona se encuentra con ellos-
Le dijo mientras le ofrecía un papel con una dirección anotada y un sobre bastante abultado lleno de dinero.
—sí, señor, con gusto se lo llevaré —

Daniel no veía el camión que parecía señalarle el hombre, pero sintió al mirarle a los ojos que era un hombre bondadoso y desesperado que realmente necesitaba su ayuda. Había algo extraño en él, como si por alguna razón sus ojos no pudieran enfocarle y le viera borroso, pero no le dio mayor importancia y lo atribuyó a su cansancio y a que llevaba más de una hora con la mirada fija en la carretera y concentrado para evitar salirse de la carretera en alguno de los peligrosos abismos.
Alargó su mano para recoger el sobre y la dirección y de forma casual rozó la mano de Ignacio. Un escalofrío subió por su brazo hasta su espalda, un frío tan intenso que le hizo estremecerse. Quedó paralizado, y ante la atenta mirada de Francisco, bajó la vista para leer la nota y vio que estaba a pocos kilómetros y no le desviaba mucho de su camino, levantó la cabeza nuevamente para confirmar al hombre que cumpliría con su cometido. Pero éste parecía haber desaparecido, miró a un lado y al otro pero no había rastro de él ni de su camión. Se había esfumado con tan rápidamente como había aparecido.
Daniel era una buena persona y a pesar de lo extraño de la situación no dudó en ayudar a aquel buen hombre y a su mujer que sin duda necesitaría aquel dinero. Habían transcurrido un par de horas y había empezado a amanecer cuando llegó a la casa del trailero y su mujer, no conocía el pueblo y las indicaciones no eran tan claras como pensó inicialmente. Llamó a la puerta pero nadie le abría. Una vecina, viendo su insistencia mientras golpeaba la puerta, le dijo que ya nadie vivía allí.
Aquello era realmente raro, pero Daniel era un hombre de principios y estaba decidido a hacer todo lo que estuviera en su mano para ayudar. Pidió la nueva dirección a la vecina y, aunque estaba en la otra punta de la ciudad, no dudó en acercarse para entregar el sobre. Una hora después llegó a la nueva dirección y llamó a la puerta.
—¿dígame joven?
—perdone, ¿aquí vive la esposa del señor francisco Vázquez?
—soy yo ¿qué se le ofrece?
—ayer en la carretera, su esposo me pidió que le trajera este dinero, porque se le descompuso el trailer...
— ¡no puede ser!  Mi marido murió hace cinco años.
Pudo ver a un niño de unos cinco años jugando en el suelo detrás de doña Matilde. Daniel estaba confundido, pero algo en su interior le decía que era el lugar y la persona correcta, por lo que extendió su mano y le entregó el sobre sin hacer más preguntas. La mujer abrió el sobre y estalló en lágrimas cuando encontró junto al dinero una nota escrita a mano por su marido que le decía:

“No he faltado a mi promesa, aquí está el dinero, siempre estaré con ustedes. Los quiero”

Daniel estaba tan aturdido por la situación que se derrumbó en el asiento de su coche y empezó a pensar en lo sucedido: la extraña forma de aparecer en la calzada, su mano tan fría como el hielo, como desapareció en un instante. Era todo tan siniestro que debería estar muerto de miedo… Pero no era así, sentía una gran paz y la sensación de haber hecho lo correcto. Recostó su cabeza en el respaldo del asiento e instintivamente miró por el espejo retrovisor. Reflejado en él estaba Francisco,
¡Gracias, amigo!

Daniel dio un salto en su asiento y se giró para mirar tras su vehículo en el lugar que debiera estar el hombre que se reflejaba. Pero allí no había nadie, miró nuevamente al espejo, pero todo rastro de aquel buen hombre había desaparecido.
            El joven podía escuchar los latidos de su corazón y tardó un buen rato en recuperarse de la impresión. Tiempo después, al platicar con unos amigos, se enteró de que el trailero ya se les había aparecido a otros hombres, mismos que no habían cumplido el encargo del muerto, por eso se les fue secando el cuerpo hasta quedar como esqueletos.
  

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