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Polvo eres...


Carlos temía a la muerte más que a nada en el mundo, tenía una obsesión por la seguridad causada por ese mismo temor, aunque de pequeño soñaba con un empleo temerario, ya fuese de bombero o policía como la mayoría de los niños, al crecer decidió dedicarse a algo que le pareció más inofensivo y menos riesgoso para la vida. Tenía su despacho en el mismo lugar en que vivía, y para evitarse las vueltas diarias de su trabajo contrato dos ayudantes.

Su obsesión llegaba a tal punto que no conducía un auto, no viajaba en taxi tampoco, solo autobús pues decía que en algún choque los afectados serían los del otro auto. Claro que sus teorías no eran perfectas, hubo muchas cosas que no considero, pero como hasta el momento todo le funcionaba pareció estar en lo correcto.

Aun no se había casado, a pesar de rondar ya los 40, pero por supuesto no había mujer que le siguiera el paso. Una tarde de trabajo como cualquier otra, una hermosa mujer se acercó a solicitar sus servicios, ella era su sueño vuelto realidad, delgada, rubia, ojos de color, piel blanca con una voz dulce y melodiosa, vestida de manera impecable. El hombre estaba impactado, mientras hablaban de trabajo imaginaba en una vida con ella.

La mujer recibió una llamada, interrumpiendo su plática, lo cual les impidió llegar a un acuerdo sobre el trabajo a realizar, entonces ella lo invitó a su casa para cerrar el trato.
El hombre se vistió como nunca, traje, corbata, toda la botella de loción, un ramo de flores para la bella dama, no quiso quedar mal ante ella, así que le pidió a uno de sus ayudantes el auto, a fin de cuentas eran de él, igual por seguridad, sabía manejar pero evitaba hacerlo.

Cuando llegó a casa de la mujer esta salía –Discúlpeme Carlos, tuve un inconveniente de pronto y debo apresurarme-, -No hay problema si quiere la llevo-, la mujer no opuso resistencia, conversando con Carlos en el camino este le dijo que era una dama muy hermosa y lucia estupenda, ella respondió –Siempre me han dicho que me visto para matar- Carlos volteó a verla y sonrió, un carro rojo a toda velocidad se pasó el semáforo, impactó el auto, obligándolo a dar tres volteretas las que le parecieron miles, pues la mujer que iba a su lado, brilló en blanco, atravesó el cinturón de seguridad, moviéndose con velocidad que sus ojos no alcanzaban a ver, se pegó a su cuerpo envolviéndolo con su cabellera, que se movía como tentáculos que tenían vida propia, su rostro se volvió oscuro, mientras era envuelta por una túnica negra, con sus manos huesudas atravesó el pecho y apretó su corazón, diciéndole –Polvo eres y en polvo te convertirás, en cualquier lugar te puedo encontrar, de mi nadie se esconde jamás…


En el funeral de Carlos hablaron de la manera en que vivió y murió, solo para darse cuenta de que una cosa si es verdad, a la muerte no le podemos decir que no…

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