Todo inició en el verano de 2015.
Mientras me arreglaba para ir a trabajar, me dirigí hasta el cuarto de Grace,
mi pequeña hija de 7 años, para revisarla. La vi recostada sobre su cama con
los ojos cerrados, respirando suavemente. Me pareció algo muy extraño, pues
generalmente está despierta con toda la energía del mundo a las 5 de la mañana.
Eran aproximadamente las 10:30, y ella aún dormía profundamente.
Pensé que estaba más cansada de
lo habitual y por eso no intenté despertarla. Me limité a besarla en la frente,
bajé por las escaleras y fui hasta la cocina donde se encontraba Lisa, mi
esposa, preparando el desayuno. Comenté con ella el hecho de que Grace aún
estuviera en la cama, y también le pareció bastante extraño.
“¿Me prometes que le preparas
algo cuando despierte?”, le pregunté. Ella asintió con la cabeza.
Después de dar un beso de
despedida a mi esposa, tomé el maletín, me dirigí al automóvil y fui
directamente al trabajo. Mientras desarrollaba mis actividades cotidianas, me
olvidé por completo de la situación de mi hija.
Fue aproximadamente a las 6 de la
tarde que mi esposa me envió un mensaje, me decía que Grace seguía dormida
incluso después de las 8 horas. Le respondí en tono de broma: “deberíamos
volverla a bautizar como La Bella Durmiente”. Me respondió inmediatamente con
un tono de seriedad diciendo que no era un juego, que estaba realmente
preocupada. En ese momento estaba considerando llamar a la ambulancia.
Le dije que no se preocupara, que
en ocasiones los niños atraviesan esas fases de sueño. Que si seguía dormida
después de 24 horas, entonces podríamos empezar a preocuparnos.
Al día siguiente, Grace todavía
estaba en su cama, respirando suavemente como lo había hecho desde la mañana
anterior. Lo intentamos todo para despertarla, desde sacudirla hasta tocar una corneta,
pero nada funcionó.
Llamamos al hospital con
desesperación. En cuestión de minutos una ambulancia llegó a atenderla. Los
médicos nos dijeron que no parecía haber nada malo con Grace. Mostraba todos
los signos clásicos de un estado de adormecimiento. Sin embargo, como no había
señales de que despertaría pronto, nos dijeron que la tendrían que internar un
tiempo y que podríamos visitarla cuando quisiéramos.
Los días pasaron y se
convirtieron en semanas, después en meses. Grace continuaba atrapada en un
sueño profundo. Los médicos la alimentaban con sondas que eran usadas para los
pacientes en coma.
Lisa y yo nos preocupamos cada
vez más. Ninguno podía comer o dormir con tranquilidad. Sólo queríamos ver a
nuestra niña con la energía que siempre tuvo, como debería ser. Conversábamos
con ella siempre que íbamos de visita, pero anhelábamos que nos respondiera. En
febrero, cuando aún se encontraba internada en el hospital, celebramos su
octavo cumpleaños, y no había otra cosa que pedíamos más que estuviera
despierta para que comiera pastel y helado, cosas que amaba más que todo.
Un día, aproximadamente un año
después que empezó su sueño, le sacaba una foto para publicarla en Facebook. De
repente, escuché un murmullo.
“Papá”.
Lisa y yo brincamos de felicidad,
pensando que nuestra hija finalmente había despertado y que podríamos abrazarla
y besarla. Nos enfrascamos en un pequeño debate sobre cómo decirle que había
estado un año dormida, cuando la vimos nuevamente tranquila, con sus ojos
cerrados y respirando suavemente.
La observamos durante algunos
minutos, preguntándonos si aquello había sido producto de nuestra imaginación,
cuando volvió a gritar.
“Papá, mamá. Ayuda”.
Solicitamos la presencia de un
médico en la habitación. Después que el médico la vio murmurar algunas veces
más, nos dijo que simplemente estaba hablando dormida, algo que muchas personas
hacían mientras soñaban.
Seguimos visitándola después de
ese incidente, y cada vez que íbamos nuestra hija lloraba y gritaba mientras
dormía. Recuerdo exactamente sus palabras.
“¡Ayuda! Me atrapó. Auxilio.
Estoy atrapada. Mamá, papá, ayúdenme”.
Aquello nos perturbó tanto que
íbamos cada vez menos a visitarla al hospital. Ahora apenas y puedo ver una
foto suya pues escucho sus gritos en mi cabeza.
Me pregunto qué será lo que
atrapó a mi hija en sus propios sueños… y si buscará nuevas víctimas después
que terminé con ella.
Pero creo que no pasará mucho
tiempo para que conozca la respuesta. Hoy, mi esposa duerme más de lo habitual.
De hecho, hace 24 horas que no despierta.