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EL PERRO DEL CAMINO

EL PERRO DEL CAMINO 

DERECHOS DE AUTOR : ALEX MORALEX GÓMEZ.

En el pueblo había un anciano que muchos decían que era brujo, pero nosotros, los más jóvenes, siempre creímos que era un loco. Rafael se llamaba, y por apodo le decíamos “Rafael pum pum” y le hacíamos chanzas y bromas.

Una noche que iba a casa, me lo encontré en medio del camino, vestido con harapos como siempre. Me llamó y me dijo que era mejor que regresara porque en ese camino estaba el diablo disfrazado de perro negro. Le dije que yo no creía en sus “bobadas” y que me dejara seguir mi camino.

Él se llevó su tabaco a la boca y le dio una fuerte bocanada, me miró y sonriendo me dijo, ya me creerá. A los pocos metros de haberme despedido de él, efectivamente vi un pequeño perro negro que venía directamente hacia donde yo estaba.

Seguí caminando sin pensar en lo que me había dicho Rafael, pero a medida que caminaba, el animal se hacía mucho más grande. Tan grande que, al estar junto a mí, era casi del tamaño de un elefante. Ojos negros, colmillos puntiagudos, su gruñido y su babaza que salía de la boca era un animal inmenso y enfurecido.

Empecé a correr despavorido de nuevo hacia el pueblo. En verdad, me había encontrado con el demonio. Mientras más corría, más se me acercaba y más grande se hacía. Era tan grande y tan fuerte su gruñido que retumbaba por todo el camino. Cuando yo miraba atrás, veía sus ojos rojos, chispeantes, y cómo la babaza salía de su boca. También de esta salían llamaradas de fuego que intentaban quemarme, como si de un dragón se tratara.

En verdad, me estaba persiguiendo el demonio. En verdad, aquel loco que todos creíamos que estaba equivocado tenía la razón. Y en el camino, me había encontrado con el demonio disfrazado de perro.
De un momento a otro, llegué a donde estaba Rafael sentado, aún mirando el camino, aún sonriente.

—Ahora sí cree —me dijo.

Lo que más terror me causó no fue lo que él me había advertido y que se había hecho realidad. Lo que en verdad me causó terror fue saber que los ojos de Rafael eran los mismos ojos de ese perro negro que estaba en el camino.

MORALEX

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