La noche del 31 de octubre es mucho más que una festividad de disfraces y dulces. Para muchos, es un tiempo de misterio y de respeto hacia lo desconocido, una noche en la que las barreras entre los vivos y los muertos se desvanecen, permitiendo que entidades y espíritus vaguen libremente. En este momento, conocido en antiguas creencias como Samhain, el mundo se convierte en un umbral hacia lo sobrenatural.
A medianoche, cuando el silencio se apodera de las calles y la luna ilumina las sombras, se dice que las almas perdidas se aventuran fuera de sus dominios, buscando respuestas o simplemente queriendo sentir, una vez más, la esencia de la vida. Las historias cuentan que estos espíritus errantes se sienten atraídos por la energía de los vivos, y que aquellos que son sensibles a lo oculto pueden percibir presencias cercanas, susurros que se sienten en el viento, como si alguien estuviera muy cerca, respirando detrás de ti.
La antigua costumbre de encender velas en esta noche tiene un propósito profundo: guiar a las almas en su camino de regreso al otro lado. Las ofrendas no solo son una muestra de amor hacia aquellos que partieron, sino un modo de proteger a los vivos de las energías negativas. Se cree que los espíritus no reconocidos o rechazados se tornan erráticos, buscando hacer notar su existencia de formas inquietantes.
Hay quienes, atraídos por el misterio, deciden invocar presencias en la oscuridad. Juegos como el de la ouija o rituales que invitan a entidades a manifestarse se vuelven comunes en esta noche. Sin embargo, la advertencia de los más sabios es clara: el riesgo de abrir puertas que luego no se pueden cerrar es real. Aquellos que juegan con fuerzas que no entienden a menudo relatan extraños sucesos en sus hogares: luces que parpadean, sonidos inexplicables, objetos que parecen moverse solos, como si algo invisible habitara con ellos.
Otra tradición popular es la de observarse en un espejo a la luz de una vela, justo a la medianoche. La leyenda afirma que, en esta noche, el reflejo puede mostrar algo más que nuestro propio rostro. Rostros desconocidos, imágenes de otros tiempos, o incluso una sombra que susurra secretos del más allá pueden aparecer de improviso. Algunos consideran esta práctica como una especie de advertencia: lo que se refleja en el espejo esta noche puede no ser simplemente nuestra imagen, sino una visión de aquello que acecha en el otro lado.
A medida que las horas avanzan, la atmósfera se vuelve más pesada. Para algunos, dormir se torna imposible; sienten un frío inexplicable que recorre su piel y una presencia ineludible que los observa desde algún rincón oscuro de la habitación. Otros aseguran haber visto figuras pasar por sus ventanas o sombras que se mueven rápidamente, como si algo fuera de este mundo estuviera en su propio hogar.
Así que esta noche, cuando el reloj marque las doce, asegúrate de cerrar bien las puertas y de no dar la espalda a las sombras. Porque en la noche de Halloween, lo desconocido camina entre nosotros, buscando un momento de cercanía, una mirada que lo reconozca o simplemente el placer de recordar que, aunque se haya cruzado al otro lado, aún puede tocar el mundo de los vivos.
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