Eran cuatro amigos que se encontraban realizando la actividad física que más les gustaba, jugar al fútbol a las afueras de un campo que se encontraba situado próximo al cementerio de su pueblo. Cuando llegaron las 8 de la tarde escucharon una serie de ruidos a modo de llantos que les llamaron profundamente la atención, se asustaron y decidieron dar por concluido el partido de fútbol para volver a casa. Sin embargo, uno de los jóvenes que vivía al otro lado del camposanto entendió que tenía que conocer qué sucedía. Se llamaba Guillermo y salió corriendo hacia los lloros hasta toparse con una mujer de avanzada edad que estaba sentada al fondo del cementerio y de espaldas. Guille, que era bastante valiente se acercó a la mujer, puso su mano en el hombro para preguntarle si se encontraba bien y viendo que no decía nada, se giró para hablarle de frente. Su sorpresa fue mayúscula al ver que aquella mujer no tenía rostro y cuando intentó huir del lugar no pudo porque estaba congela