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Mostrando las entradas de octubre, 2024

La Noche del 31 de Octubre: Cuando el Velo Entre los Mundos Se Desvanece

La noche del 31 de octubre es mucho más que una festividad de disfraces y dulces. Para muchos, es un tiempo de misterio y de respeto hacia lo desconocido, una noche en la que las barreras entre los vivos y los muertos se desvanecen, permitiendo que entidades y espíritus vaguen libremente. En este momento, conocido en antiguas creencias como Samhain, el mundo se convierte en un umbral hacia lo sobrenatural. A medianoche, cuando el silencio se apodera de las calles y la luna ilumina las sombras, se dice que las almas perdidas se aventuran fuera de sus dominios, buscando respuestas o simplemente queriendo sentir, una vez más, la esencia de la vida. Las historias cuentan que estos espíritus errantes se sienten atraídos por la energía de los vivos, y que aquellos que son sensibles a lo oculto pueden percibir presencias cercanas, susurros que se sienten en el viento, como si alguien estuviera muy cerca, respirando detrás de ti. La antigua costumbre de encender velas en esta noche tiene un pr

El Susurro de la Muñeca

En una oscura y lluviosa tarde de otoño, la familia Delacroix se instaló en su nueva residencia, una antigua mansión victoriana situada en las afueras de un pequeño pueblo. La casa había permanecido deshabitada durante décadas, y su estructura gótica, con torres afiladas y ventanas en forma de arco, inspiraba tanto fascinación como inquietud. La familia estaba compuesta por el padre, Edward, un académico obsesionado con la historia antigua; su esposa, Margaret, una mujer de espíritu vivaz y amable; y sus dos hijas, Isabelle y Sophie. La más pequeña, Sophie, de tan solo ocho años, poseía una imaginación desbordante y una inclinación natural hacia lo misterioso. Mientras exploraban su nuevo hogar, Sophie descubrió una habitación oculta en el ático, cubierta de polvo y llena de objetos olvidados. Entre ellos, encontró una antigua muñeca de porcelana, con ojos azules brillantes y una expresión casi humana. Fascinada por el hallazgo, Sophie decidió llevar la muñeca a su habitación. Esa noch

EL PERRO DEL CAMINO

EL PERRO DEL CAMINO  DERECHOS DE AUTOR : ALEX MORALEX GÓMEZ. En el pueblo había un anciano que muchos decían que era brujo, pero nosotros, los más jóvenes, siempre creímos que era un loco. Rafael se llamaba, y por apodo le decíamos “Rafael pum pum” y le hacíamos chanzas y bromas. Una noche que iba a casa, me lo encontré en medio del camino, vestido con harapos como siempre. Me llamó y me dijo que era mejor que regresara porque en ese camino estaba el diablo disfrazado de perro negro. Le dije que yo no creía en sus “bobadas” y que me dejara seguir mi camino. Él se llevó su tabaco a la boca y le dio una fuerte bocanada, me miró y sonriendo me dijo, ya me creerá. A los pocos metros de haberme despedido de él, efectivamente vi un pequeño perro negro que venía directamente hacia donde yo estaba. Seguí caminando sin pensar en lo que me había dicho Rafael, pero a medida que caminaba, el animal se hacía mucho más grande. Tan grande que, al estar junto a mí, era casi del tamaño de un elefante.

Xochitl

"XOCHITL" (La aterradora leyenda de la joven que canta entre los magueyes)..  Mi abuelo siempre nos contaba historias cuando el sol se metía tras los cerros y las sombras se alargaban en el campo. Una de esas historias, la que más miedo me daba, era la de la joven indígena que cantaba entre los magueyes. Abuelo decía que, cuando él era niño, había una ranchería medio abandonada donde todos sabían que no había que acercarse de noche. A veces, bien entrada la madrugada, se escuchaba un canto triste, como de lamento, que venía de entre los magueyes. “Era una voz bonita, sí, pero te helaba la sangre”, decía el abuelo mientras encendía un cigarro con manos temblorosas. “Nadie se atrevía a ir a verla, porque sabían que si te acercabas, algo malo te podía pasar”. La joven se llamaba Xóchitl, una muchacha indígena que había vivido en el rancho muchos años antes de que el abuelo fuera niño. Mi abuelo decía que Xóchitl se enamoró de un joven del pueblo, un muchacho mestizo que era de b

Los Susurros de los Mu£rtos en Día de Mu€rtos

El Día de Mu€rtos, cuando los altares se llenan de flores de cempasúchil, veladoras y dulces, es el momento en que los vivos abren las puertas de sus hogares a los que ya partieron. Es un tiempo de paz y de celebración en honor a los espíritus que regresan una vez al año para visitar a sus seres queridos y compartir con ellos el aroma de sus ofrendas. Sin embargo, no todos los que regresan lo hacen con buenas intenciones. En las sombras de esta festividad tan especial, existen aquellos espíritus que nunca encontraron la paz, almas atrapadas en el rencor, la tri$teza y el 0dio. Son almas que cargan con profundas heridas de su vida m0rtal y, en la mu€rte, han acumulado un deseo de venganza que no se apaga con velas ni con oraciones. Y es precisamente en estas fechas cuando, junto con los seres queridos, estas almas inquietas encuentran la oportunidad de regresar y saldar sus cuentas. Algunos pueblos alejados, envueltos en montañas y misterios, tienen una advertencia especial para los día

El Caso del Nahual: Un Encuentro con la Oscuridad

Era una noche sin luna cuando un hombre llamado Eduardo, mientras viajaba en auto por una carretera rural, comenzó a notar algo extraño a la distancia. En el borde del camino, había una figura que al principio parecía un perro grande o algún otro animal. Sin embargo, algo en su postura y en la forma en que lo miraba le provocaba un escalofrío inusual. Parecía que ese "animal" lo observaba fijamente, como si pudiera ver más allá de su piel y adentrarse en su alma. A medida que avanzaba, Eduardo intentó ignorar la presencia del extraño ser, convencido de que se trataba de algún animal perdido. Pero, unos kilómetros después, volvió a ver la misma figura al costado del camino, como si lo hubiera seguido. Sentía sus ojos oscuros, brillantes bajo las luces de su auto, y aunque su forma era animal, su mirada era humana, inquietantemente inteligente y profunda. La tercera vez que lo vio, Eduardo comenzó a sentir miedo. En un intento por escapar, aceleró, pero al mirar por el espejo r

La mujer de la canasta

Caminaba de vuelta a casa, el sol se ocultaba y las sombras de la tarde comenzaban a alargarse sobre los campos dorados. No estaba lejos, solo un camino serpenteante me separaba de mi hogar. Fue entonces cuando la vi, una figura solitaria en el camino, una mujer con una canasta equilibrada en su cabeza. Pensé que la alcanzaría pronto, pero por más que aceleraba el paso, ella se mantenía siempre a unos diez metros delante de mí. La curiosidad se convirtió en inquietud. ¿Cómo podía ser que, sin importar mi velocidad, ella se mantuviera siempre a la misma distancia? Apreté el paso, casi corriendo, pero ella... ella simplemente se adelantaba con la misma facilidad, como si el espacio mismo se curvara a su alrededor. Finalmente, llegué a mi casa, el corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Abrí la puerta con manos temblorosas y entré. Al pasar junto al corral, un grito desgarrador rompió el silencio de la noche, un sonido tan horrible que pareció sacudir la tierra bajo mis pies. Caí enfermo

El eco del hambre

El eco del hambre En un pequeño y olvidado rincón del mundo, donde el sol apenas tocaba el suelo y las estaciones pasaban con la indiferencia del tiempo, vivía una familia sumida en la pobreza más absoluta. La casita donde habitaban, hecha de madera rota y láminas oxidadas, se mantenía de pie como un milagro, resistiendo las tormentas y el viento que azotaba los campos secos y áridos a su alrededor. El padre, Ernesto, trabajaba largas jornadas en la tierra estéril, tratando de arrancar de ella algún alimento para sus hijos. Día tras día, sus manos se volvieron ásperas y sangrantes, pero la tierra no cedía. La sequía había convertido el campo en una vasta extensión de polvo, y las lluvias, que alguna vez llenaron los ríos, parecían haberse olvidado de ese lugar. La madre, Rosa, que solía coser para los vecinos, ahora apenas podía moverse, su cuerpo consumido por el hambre y la tristeza. Tenían tres hijos. El mayor, Luis, ya no recordaba la última vez que había comido una comida completa

El bar del tiempo

Mi abuela solía contarme historias antes de dormir, y una en particular siempre me helaba la sangre. Decía que le había sucedido a su padre, mi bisabuelo, cuando era un joven aventurero. En una noche lluviosa y fría, mi bisabuelo, a quien llamaremos Eduardo, caminaba por las calles desiertas de un pueblo que no reconocía. Sus pasos lo llevaron frente a un antiguo bar con una tenue luz que brillaba desde adentro. Decidió entrar para refugiarse del aguacero y, quizás, tomar una bebida caliente. El interior del bar era oscuro y silencioso. Solo había un cantinero detrás de la barra, limpiando un vaso con un paño viejo. Eduardo se acercó y pidió un whisky. El cantinero le sirvió sin decir una palabra, pero con una mirada que escondía un secreto. Mientras Eduardo bebía, notó que el ambiente del bar había cambiado. Los muebles parecían más viejos y desgastados, y el aire olía a madera y tabaco. Miró por la ventana y, en lugar de la calle moderna que había visto al entrar, ahora había carruaj

EL NIÑO QUÉ NUNCA VOLVIÓ A CASA

EL NIÑO QUÉ NUNCA VOLVIÓ A CASA. En un pequeño pueblo, cuyas calles empedradas parecían susurrar viejas historias a aquellos que las recorrían, vivía un niño llamado Mateo. Su cabello oscuro siempre enmarañado, sus ojos grandes y brillantes, reflejaban la inocencia de una infancia marcada por la pobreza. Mateo no tenía un hogar al que llamar suyo; su familia se había perdido en el tumulto de una vida cruel, dejándolo solo, abandonado en la vasta soledad del mundo. Una noche, el frío invierno envolvió al pueblo con su manto helado. Mateo, descalzo y tiritando, caminaba por las calles oscuras, buscando algún rincón donde refugiarse. Tocaba puerta tras puerta, pero nadie respondía, o si lo hacían, lo echaban con brusquedad, temerosos de la miseria que parecía impregnar su ser. El hambre lo consumía, su pequeño cuerpo cada vez más débil, sus pasos más lentos y pesados. Mateo cayó al suelo, agotado, con la nieve acumulándose a su alrededor. Cerró los ojos y, en la oscuridad de su mente, se