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Mostrando las entradas de julio, 2016

Doña Francisca la embrujada (Sucedió en la hoy calle de Venustiano Carranza)

Que nadie ose negar la existencia de poderes diabólicos y sobrenaturales, que se sustentan del alma y cuerpo humano, la maldad y hechicería, son hijas del demonio y las sombras de la noche… Si, este suceso ocurrido en el siglo XVI, aquí en nuestra país, nos habla de un caso de hechizo diabólico y perverso; se que algunos de ustedes dudarán de éstos poderes, sin embargo, sépase que en México y en otros países, aún sigue practicándose la hechicería. Retrocedamos al año 1554, a plena mitad del siglo XVI y veamos en una visión retrospectiva, esta casona y esta calle que se llamó de la Cadena; gobernaba en ese siglo el virrey Don Luis de Velasco I, y ésta casa tenía el número siete, de la que hoy es Venustiano Carranza. Habitaba la casa en cuestión, Doña Felipa Palomares de Heredia, rica viuda de uno de los conquistadores, de quien fuera heredera; pero si Felipa había heredado nombre y fortuna del esposo, también le había quedado un hijo joven y apuesto, llamado Domingo de Here

MI SUICIDIO

Muerta «ella»; tendida, inerte, en el horrible ataúd de barnizada caoba que aún me parecía ver con sus doradas molduras de antipático brillo, ¿qué me restaba en el mundo ya? En ella cifraba yo mi luz, mi regocijo, mi ilusión, mi delicia toda..., y desaparecer así, de súbito, arrebatada en la flor de su juventud y de su seductora belleza, era tanto como decirme con melodiosa voz, la voz mágica, la voz que vibraba en mi interior produciendo acordes divinos: «Pues me amas, sígueme.» ¡Seguirla! Sí; era la única resolución digna de mi cariño, a la altura de mi dolor, y el remedio para el eterno abandono a que me condenaba la adorada criatura huyendo a lejanas regiones. Seguirla, reunirme con ella, sorprenderla en la otra orilla del río fúnebre... y estrecharla delirante, exclamando: «Aquí estoy. ¿Creías que viviría sin ti? Mira cómo he sabido buscarte y encontrarte y evitar que de hoy más nos separe poder alguno de la tierra ni del cielo.» Determinado a realizar mi propósito, qui

El callejón de las manitas

Era el año 1780 cuando llegó a la ciudad de San Luis Potosí un sacerdote que avivado por el benigno clima del lugar decidió quedarse a radicar ahí. Al clérigo le fue fácil encontrar colocación como maestro en uno de los mejores colegios de aquel entonces, y aunque se le proporcionaba una manera digna de vivir allí mismo, decidió alquilar una casa en uno de los barrios más desolados del lugar que recibía el nombre de Alfalfa. Un buen día dejó de impartir sus habituales clases de latín para salir con rumbo desconocido. A su regreso fue cruelmente asesinado; se dice que por sus acompañantes: dos mozos que él mismo había invitado a su recorrido. Y aunque la versión es contada de diversas maneras, en términos generales ésta es la que más se repite. El sacerdote hizo su recorrido por los pueblos cercanos, reunió algo de dinero que traía consigo siempre, destinando una parte para comprarse algunas cosas que necesitaba y la otra a socorrer a los pobres más indigentes; casi todos s

LA FOTO

Un día él le hizo una foto donde ella aparecía luciendo una bellísima sonrisa, en contraste con la expresión generalmente seria que solía mostrar su rostro. En realidad, ella no recordaba haber trazado nunca una sonrisa tan dulce y no podía reconocerla como suya. Parecía como si aquella fuera la foto de otra mujer, desde luego idéntica a ella en sus rasgos físicos, pero completamente distinta en su expresión y, en cierto sentido, más hermosa. Para colmo de males, él parecía obsesionado con aquella foto y pasaba buena parte de su tiempo libre contemplándola en silencio, con el rostro extasiado de amor, mientras que cada vez mostraba más indiferencia hacia la mujer de carne y hueso con la que compartía su vida. Finalmente, ella acabó sintiendo celos de la mujer que aparecía sonriendo en la foto, una mujer que en teoría era ella misma, pero que, misteriosamente, tenía la sonrisa de otra persona. Y, de algún modo ajeno a la lógica y a las leyes de la naturaleza, aquella mujer fantasma

LA NIÑA.

Una pequeña llamada Raquel salió de la escuela y se dirigió a su casa, pero esta vez tomó una ruta nueva. En el camino se encontró con una niña que lloraba y se acercó para ver qué pasaba; la niña le señaló una casa y le explicó que su gato se había metido ahí y que tenía miedo de irlo a buscar. Raquel, inmediatamente, decidió ayudar a la menor y se dirigió a la casa; cuando llegó se encontró con la puerta abierta y el inmueble solo; así que decidió entrar y miró al gato huir por las escaleras. Lo siguió y cuando creía que lo atraparía éste se metió a un cuarto. Raquel lo siguió y se encontró en la habitación de una niña; había paredes forradas de color rosa y muchas muñecas que parecían mirarla. Raquel no se sorprendió ni al ver que esa habitación parecía en perfecto estado cuando toda la casa lucía deteriorada. Acto seguido, se topó con la foto de la niña que le había pedido ayuda. En la imagen parecía estar con su padre. Raquel se asustó, por lo que decidió s

La cosa de la carretera

Trabajo como chófer en una empresa. En realidad mi trabajo no es muy pesado, pues me encargo de llevar y traer materiales pequeños, no trabajo como chófer de carga, así que mi horario laboral es durante el día. Pero una ocasión mi jefe me llamó a las ocho de la noche, necesitábamos cubrir un pedido de emergencia y tenía que ir por la tela para comenzar la producción. Como era una emergencia, no importaba el horario, y ya que no era mucha tela la que traería, me fui en mi carro. Era tarde, pero no era la primera vez que manejaba a esas horas. Prendí el radio para hacerme compañía durante el un tanto largo trayecto, y así manejé un buen rato hasta llegar a esa carretera, una de ésas que están desiertas, en las que no hay mucho alumbrado y casi no circulan autos. No me había percatado antes de lo grande que era ese camino, miré por el retrovisor y no vi carro alguno… Volví a mirar, parecía que venía corriendo algo a una distancia alejada de mí, corría en cuatro patas y er

EL CAMINANTE

Andrés Gómez Jurado era un joven de veintiocho años muy aficionado a hacer senderismo. Un fin de semana se fue a practicar su afición favorita a la provincia gallega de Orense. Cercano a la apartada pedanía de una pequeña población, se extendía una extensa zona boscosa. Andrés salió a caminar por la mañana pensando en andar durante cuatro o cinco horas, y volver luego al hostal en el que se había hospedado a la hora de comer, sobre las dos o las tres de la tarde. Distraído como estaba en la contemplación y la exploración del espeso bosque, perdió la noción del tiempo y el sentido de la orientación, y hubo un momento en el que se encontró perdido. Había dejado una estrecha senda de tierra para internarse en lo más profundo del bosque. No quiso alarmarse por ello, y como había traído algo de comida en la mochila que llevaba colgada a la espalda, se sentó a los pies de un árbol, y se comió un bocadillo y bebió agua de su cantimplora. casadelterror-cielo. Había caminad

Los Seis

El muerto estaba tendido boca arriba en una mesa metálica y el doctor Ramirez se encontraba parada a un lado de él. Ramírez tanteó el esternón del muerto con la mano izquierda y después le hizo un corte largo con el bisturí que tenía en la derecha. Acostumbraba hacer las autopsias escuchando música clásica con unos auriculares, por eso no escuchó lo que sucedía detrás de él. A su espalda, a pocos pasos, había seis camillas con muertos que estaban cubiertos por sábanas. Era un escenario que llenaría de terror a muchos pero él estaba acostumbrado; más lo que estaba por suceder salía completamente de su rutina. De una de las camillas resbaló un brazo y quedó colgando y meciéndose. Cuando el impulso de la caída se terminó el brazo quedó quieto un momento, después los dedos se empezaron a mover lentamente primero para luego hacerlo con rapidez como si fueran las patas de un insecto. Seguidamente la mano se elevó hasta aferrarse al borde de la camilla. Casi al mismo tiempo, en

La torre de Cosío

La famosa casa llamada de Don Juan Manuel ó de Torre de Cosío, protagonista de una extraordinaria leyenda (República de Uruguay número 90) Esta hermosa casona fue construida en 1783; su fachada consta de tres cuerpos con torreón, posee también tres gárgolas con la forma de un cañón y está hecha de chiluca y tezontle, como toda casona que se preciara durante el siglo XVIII; destacan sobre todo sus enormes puertas de madera con remaches de metal. El interior fue remodelado en su totalidad para establecer comercios, pero todavía conserva parte de su antiguo esplendor que tuviera en su mejor época. Esta casona se volvió famosa porque fue la protagonista de un dramático acontecimiento que llegó a oídos de toda Nueva España. En las primeras publicaciones del blog podrás leer la leyenda completa. En breves palabras, se cuenta que en aquella casona vivió un hombre llamado Juan Manuel de Solórzano, quien tenía una gran fortuna y era gran amigo del virrey don Lope Díaz de Armend

El Ojo de la Sangre

¿Nunca antes has deseado algo con toda tu alma...Tanto que estarías dispuesto a hacer cualquier cosa por conseguirlo? Si es así, y quieres obtener lo que deseas a cualquier precio, te hablaré, oh aventurero, del Ojo de La Sangre. Antes que nada debes saber que al ojo le gustan los juegos, por lo tanto, si decides seguir adelante con esto, espero que estés dispuesto a jugar. Primero que nada procura estar solo en casa, así nadie podrá interrumpir. Luego de este punto, no habrá vuelta atrás. Si decides no jugar, solo vete, cierra el navegador y olvida que alguna vez estuviste ante la presencia de El Ojo de la Sangre. Pero si decides jugar, no te preocupes, yo seré tu guía mientras no haya ni la más mínima señal de duda en tu espíritu. Buena suerte... Cuenta hasta diez mientras el ojo te observa. No importa que tan bien guardes tus secretos, mentiras y pecados. El ojo llegará hasta las profundidades más recónditas de tu alma y te encontrará y desnudará todo aquello que esco

El Acto de Payaso

Ese día llegué un poco tarde a una cita con mi prima, que me llamó desde un día antes para que le ayudara con los preparativos de la fiesta de su hijo, me retrasé tan solo quince minutos, por más que toqué nadie me abrió, pensé que estaría un poco enojada, porque se podía ver por el vitral de la puerta que alguien estaba sentado en el sillón de la sala, incluso vi que se levantó y caminó un par de veces, hasta que no regresó más, un poco molesto también yo, le golpeé la puerta con más fuerza, cuando sentí una mano que me empujaba el hombro por detrás –¿Qué haces?, me vas a tumbar la puerta- dijo mi prima –Pues es que nadie me abre- le contesté, -si no hay nadie, tonto ¿quién esperas que te abra?—pues yo vi a alguien en el sillón-,-ni empieces con tus bromas que ahora no tengo tiempo, mete las cosas yo voy a recoger el pastel-. Entré para dejar todo lo que me dio e ir avanzando, después de recibir sus instrucciones, de que mover y a donde comencé a jalar cosas, de pronto escu